En un pequeño pueblo donde reinaba la felicidad vivía un pequeño murciélago que era la burla de todos los aldeanos. Era muy pequeño, tan pequeño que cabia en la palma de una mano. Además, la naturaleza le había dotado de una belleza poco agraciada. Por ello, día si y día también, el pobre animalito era insultado y despreciado por todos los habitantes. Así pasaron muchos años y mientras la vida cada vez era más feliz para aquellos aldeanos y sus cosechas cada vez mas fecundas y abundantes, la de nuestro amigo, el pequeño murciélago, era triste, solitaria y sombría.
Hasta que un año después de un estupendo otoño llegó un invierno terrible. El frio y la nieve helaron la comarca y los aldeanos se refugiaron en sus casas al calor de sus chimeneas y con la despensa llena de numerosos alimentos. Mientras, el pobre murciélago llamaba casa por casa para que le dejaran entrar y para que compartieran con él una pequeñísima porción de aquellos víveres abundantes. Pero nadie lo ayudó. -Fuera de aquí apestoso y feo bicho le decían, -de este año no pasaras, le amenazaban otros y el pobre animalito marchaba desconsolado y llorando casa tras casa.
Los aldeanos siempre le increpaban que era un chupa-sangre y que no tenía ninguna utilidad, por ello su autoestima era siempre muy baja y su voz se fue convirtiendo en un finísimo hilo, casi inaudible.
Por lo que veis un auténtico dramón. El murciélago pasó un invierno muy duro refujiandose en cuevas, pasando mucho frio, hambre y soledad, pero como no hay mal que dure 100 años ni idiota que lo soporte, nuestro querido amiguito sobrevivió y decidió no volver nunca a ese pueblo donde nadie le trataba con el respeto que se merecía. El tiempo pasó y el murciélago ganó en autoestima y salud, estaba alegre y había aprendido numerosas técnicas de caza que le facilitaron su día a día. Ya no tenía que depender de las limosnas que los aldeanos le tiraban como a un perro, ni de sus mofas e insultos, era autosuficiente y más sabio.
Cierto día cuando volaba por la noche en busca de algún insecto que comer se encontró con el animal más sabio del bosque, el búho Goyo. Siempre que había un problema todo el bosque le pedía consejo y siempre era el que se enteraba de todas las noticias que pasaban en toda la comarca.
-Hola Goyo ¿cómo va la noche?.
-Muy bien, pequeño amigo, hacía tiempo que no te veía, ¿como te va?
-Muy bien desde que me echaron de ese pueblo, mi vida ha cambiado mucho, soy más sabio y no albergo ningún signo de victimismo, rencor, ni odio en mi corazón.
-Me pregunto que será de los aldeanos que tanto me hirieron el alma, espero que estén bien y que su vida sea tan feliz como cuando no me aceptaban.
Entonces Goyo dijo:
-Me alegra saber que tus miedos y tus traumas han sanado y que ahora puedes vivir en armonía y paz contigo mismo y con los demás, pero debo decirte que a tus antiguos vecinos las cosas no les van también como a ti.
El murciélago sorprendido preguntó:
-Entonces, ¿qué es lo que les pasa?
-Un dragón gigante tiene al pueblo esclavizado haciéndoles trabajar día y noche para que satisfagan sus caprichos, chantajeandoles de no hacerlo, con las vidas de sus seres queridos.
El pequeño murcielago se echó a llorar y se apenó de todo lo que les ocurría a sus antiguos vecinos.
-Si yo pudiera ayudarles pero, ¿como?,- le dijo a Goyo,- soy pequeño y no puedo vencer a ningún ser salvo a pequeños insectos.
Entonces, Goyo mirando fijamente al pequeño animal le enseñó una de las lecciones más importantes de su vida.
-El poder de un ser vivo no se mide por su físico ni su poder se mide por la capacidad de renacer de las adversidades y los retos que la vida nos impone y tú, pequeño amigo, has demostrado que eres poderoso y tienes ese poder.
-Sí, pero como puedo yo ganar a un enorme dragón, como puedo convencerle de que lo que está haciendo está mal, necesitaria la fuerza de 1000 osos y el tamaño de toda la comarca.
Goyo sonrió y le dijo:
-Todos poseemos esa fuerza y ese tamaño y no le damos la suficiente importancia en nuestras vidas, esa fuerza es nuestra palabra, nuestro diálogo y nuestro potencial. Basta cultivarlo y practicar cada día para conseguir ser mejor y superar a nuestro peor enemigo, nosotros mismos.
-Entonces, ¿me estás diciendo que si supero a mi propio yo y cultivo mi potencial llegaré a vencer al dragón?
-No solo eso, -dijo Goyo-, superarás cualquier obstáculo en tu vida y poseerás la mayor de las riquezas que ningún hombre puede comprar: la paz interior.
Esa noche después de dar las gracias a Goyo y de comer unos ricos insectos, nuestro pequeño amigo pensó antes de dormir en las enseñanzas del sabio maestro búho.
Pasaron los años y el dragón acampaba a sus anchas en la aldea, cada vez era más y más cruel y el pueblo se sumía en una terrible crisis que nadie podía resolver. Hombres llegados de toda la comarca lucharon sin ningún resultado contra la mole pereciendo sus vidas y la de todo aquel que se atrevía a combatir contra su aliento de fuego.
Hasta que una mañana, nuestro pequeño amigo después de escuchar las indicaciones sobre la ubicación de la cueva del terrible ser que Goyo le proporcionó, partió a encontrarse cara a cara con el inmenso animal.
Después de un largo camino exhausto y asustado, el pequeño murciélago decidió entrar en la cueva.
Su corazón latía y se le salia del pecho y su voz era imperceptible cuando articuló un hola de bienvenida. Suerte que el eco lo ayudó y las palabras resonaron por la cueva llegando a los oídos del terrible dragón.
-¿Quien anda hay?, -gritó el dragón-, ¡hay que ser muy valiente para venir hasta mi casa y despertarme de mi plácida siesta!. Pero no veo a nadie por lo que deduzco que estas escondido, da la cara para que pueda verte antes de acabar contigo.
Nuestro amigo tenía miedo, pero debía superar todo obstáculo como hizo antaño y tener valor para combatir con el dragón.
-Hola me llamo Coraje y estoy debajo de tus pies, ¿como te llamas tú? - dijo el pequeño animal.
-Ja,ja,ja,- rió a carcajadas el dragón-, ¿cómo un ser diminuto como tú tiene el valor de venir hasta mi cueva y preguntarme mi nombre y piensas vencerme así, pequeño animal?. Yo soy el más fuerte y terrible ser que habita en la tierra, yo he matado a numerosos hombres solo con un soplido y ¿tú qué puedes hacer contra mi además de causarme un ataque de risa?.
Entonces, nuestro amigo volvió a llorar pero esta vez una de las lágrimas cayó sobre una de las zarpas del dragón y este al verlo lo increpó:
-¿Me vas a vencer con lágrimas y con la risa?, ja,ja,ja,ja.
Lo que no sabía el pobre dragón es que las lágrimas de nuestro amigo poseían un potente veneno y en pocos minutos el dragón cayó sin vida desplomándose en el suelo.
Desde ese día el pueblo acogió al murciélago como uno mas de los suyos y acuñó el nombre de Oportunidad cambiando su antiguo nombre que era Juzgar.
La fábula de un pequeño murciélago que se convirtió en un héroe. Y tú también lo eres aunque seas desconocido.
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